El
Centro Estatal de Alertamiento de la Secretaría de Seguridad Pública y
Protección Civil del estado de Guerrero
informa: la violencia en el noviazgo comprende agresiones físicas, como
golpes, empujones, sacudimientos, zarandeos, bofetadas, estrangulamiento,
relaciones sexuales sin consentimiento. Entre las agresiones psicológicas
destacan insultos, prohibición, vigilancia, control de actividades y/o
amistades, control excesivo de dinero para los gastos, humillaciones verbales,
amenazas de agresión, golpes en la pared, romper objetos personales, ataques de
ira y chantaje.
El
problema de la violencia en el noviazgo no se presenta en la misma tónica ni al
mismo nivel en todas las relaciones. Algunos casos registran únicamente
violencia física, otros sólo violencia psicológico y otros, ambos tipos. Aunque
se trata de un problema que no afecta a la mayoría de los jóvenes mexicanos, la
gravedad está en que estos casos siguen presentándose en una minoría, lo cual
no disminuye su gravedad.
No
obstante, queda claro que la violencia en el noviazgo es tan sólo un efecto y
no una causa. Es decir, para efectos de política pública, el problema
fundamental a resolver no está en que los jóvenes que incurren en ello, cesen
de ejercer violencia en el noviazgo. La causa es más profunda y tiene que ver con
el desarrollo de estos jóvenes y el contexto en el que se desenvuelven. Se
relaciona, sobretodo, con su situación familiar.
De
esta forma, la familia, el lugar de residencia y las relaciones sociales, entre
otros elementos, influyen en las decisiones de una persona y en la forma en la
que se relaciona con su entorno y semejantes.
Es
así que la familia es el núcleo a través del cual se puede combatir la
violencia en el noviazgo, así como tantos otros problemas públicos que se
originan en el individuo, quien a su vez se desarrolló en un entorno que lo
influyó de forma determinante.
Las
personas, y naturalmente los más jóvenes, buscan vivir en pareja. Es un destino
natural. Las relaciones humanas y la forma en la que se afronta la vida son
quizá los aspectos más importantes que se aprenden en el espacio familiar.
No
sorprende, entonces, que las familias disfuncionales o fracturadas por alguna
razón, generen nuevas distorsiones en el entramado familiar y social de los
individuos que las conforman.
Así
pues, la violencia en una relación de noviazgo es tan sólo un efecto de la
experiencia previa y formativa del violento. Es una violación más a la dignidad
de la persona humana.
Este
desorden tiene solución en tanto problema público definido
y abatible, misma que comienza en la voluntad de formar jóvenes alejados de la
violencia intrafamiliar y de los contextos que a ella contribuyen. La solución,
asimismo, nos enfrenta a los padres de familia, a los hermanos y al entorno
inmediato del violento. Si nuestra apuesta es la eliminación de la violencia en
el noviazgo, debemos procurar en principio eliminar la violencia en las
familias. Porque noviazgos violentos generarán familias violentas. Y hoy es un
hecho que las familias violentas originan noviazgos violentos. El círculo
vicioso puede ser virtuoso, sólo hay que empezarlo desde el origen, y ese
origen está en las familias.
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